viernes, 10 de marzo de 2017

Brisa.

Estaba sentada esperando el golpe de la vida
como casi siempre lo hacía
esperando que llegara 
desde las tres hasta las seis.
Y no sé por qué.

Tomé un café con olor a verdad
porque este insomnio que me abraza
me hace recordarte y decirte lo mucho que te amé
cuando el recuerdo debe estar guardado.

Quise volar una noche por los cielos de Madrid,
pero no estabas ahí
y menos yo.

Quise besarte las mejillas sonrosadas por el frío
pero en cambio besé la tristeza.
Y me recordé escribiendo tu nombre en mi mano
buscando algo que rimara con él.

Estaba versando tus besos cuando recordé
que ya te habías ido
y me puse a llorar;
y a reír.

Quise sembrar margaritas en mi jardín
luego cogerlas y ponerlas en un jarrón
cerca de la mesa
donde perdí la inocencia 
escribiéndote una carta.

Me puse a caminar a media noche 
danzando al ritmo de tu adiós
porque mi corazón me pedía
seguir despierta una noche más
para darme cuenta que ya no estabas.
Ya no quería conjugarte con todo lo visible
quería conjugarte con todo lo que no se ve:
porque eres más bello ausente.

He vuelto a escribir,
y tu nombre ya no está en mis palabras.