Recuerdo aquel invierno
cuando mi ventana estaba llena
con las lágrimas del cielo
y hablábamos hasta noche
sobre cuánto tiempo viviríamos juntos.
Recuerdo
de una manera casi reciente
el beso que me diste ése día
cuando te rompí el corazón
y me perdonaste.
Recuerdo
tus manos viajando por mi espalda
aferrándose a mí
para no perderme.
Y es así como voy muriendo sin anuncio.
Porque tengo miedo a olvidarte
como los peces.
Porque me da miedo dejar de ser tuya
cuando ya no quiero que me devuelvas el alma.
Dormir no había sido tan difícil
antes.
Porque no tenía nada de ti
y ahora me quedó todo.
Me quedé sentada una noche
en mi terraza
donde siempre te imaginaba a mi lado,
tú me estabas besando
y yo estaba llorando.
Porque ya se había acabado.
Empecé a escribirte todos los días
porque no podía besarte en las noches.
Empecé a llamarte dormida
porque despierta ya ni me veías.
Busqué un cuaderno
en el que escribí tu nombre
en todas partes
sólo para recordarte como parte de mi poesía.
Y ahora cada noche salgo con las
uñas pintadas
para cuando tomes mi mano
dentro de la oscuridad
tu mundo se llene de colores
como mis manos lo están.
Al mirarte
todos los días de mi vida
algo en mí me dice que te espere
que ya estás cerca
para volver a abrazarme.
Una noche
soñé con una balada hermosa
y tú y yo la bailábamos
suave
despacio
romántico
y perdido.
Y cuando me diste vuelta
me crecieron flores en el pelo
y las arrancaste y las pusiste en un florero.
Y cuando te despediste
se marchitaron
y no me volvieron a crecer flores.
Si hubiese sabido que aquel era nuestro último beso.
No te hubiese dejado ir
y te hubiera amarrado a mí.
Aunque ya lo estaba haciendo
antes de saber que te ibas.
La noche me ataca a las 8:25 pm
y me quedo luchando a las 3:35 am.
Porque aún escucho el ruido de cuando te fuiste
y el ruido de cuando empecé a buscarte.
No dejes de amarme
aunque la lluvia se acabe.